El Pozo Amargo
Cuenta la leyenda el enamoramiento entre una joven hija de Leví, un rabino bien posicionado en la ciudad de Toledo, y un joven cristiano de origen noble. Este amor surgió de la manera más casual, por una equivocación del joven al llamar a la puerta del palacio judío cuando preguntaba por un vecino. En ese momento, sus miradas se cruzaron y entre ellos brotó la pasión.
Sin embargo, este amor no sería aprobado por las familias, lo que llevó a la enamorada pareja a citarse entre las sombras de los callejones aledaños a un pozo que se encontraba junto a un jardín. El secreto no duró mucho, ya que un amigo de Leví los descubrió y corrió a contárselo: su única hija se había besado a escondidas con un joven cristiano.
La cólera del rabino fue tal que se cobró su venganza arrojando al joven al pozo. La joven desconsolada lloró lágrimas amargas sobre el pozo día y noche, hasta que su angustia acabó una noche. Bajo la luz de la luna que tantas veces había iluminado el amor de la joven pareja se lanzó al pozo para permanecer eternamente con su amor.
Una familia arraigada a la tradición, la cual impregna cada una de sus creaciones en forma de buenos vinos.
Un gran reto como proyecto creativo, puesto que supuso mucho más que un cambio de imagen. El apellido Tavera, ampliamente ligado a la historia toledana, debía dar un giro en su proyección como marca.
Y fueron las leyendas de Toledo, tantas y tan evocadoras, las que inspiraron esta familia de vinos, como reflejo de un pasado mágico y un futuro prometedor.
La conceptualización de cada una de las leyendas ha permitido trabajar de manera artesanal sus etiquetas. Para el vino El pozo amargo se ha trabajado la ilustración en madera, puesto que cada uno de los elementos que componen la ilustración se ha realizado individualmente haciendo uso de la tampografía. Para redondear el concepto, la tinta utilizada en su realización ha sido extraída de la propia uva con la que se realiza el vino.